• Marc Jacobs SS23 y el buscar confort en nuestros héroes

    Con una pasarela sumida en la oscuridad y una sola fila de sillas para los asistentes, Marc Jacobs lanzó a sus modelos al sonido de la violinista Jennifer Koh, que tocó “Einstein on the Beach.” de Philip Glass. Después de tres años, el diseñador volvió a la famosa armería de Park Avenue, lugar de preferencia para sus shows. Pero lo que el show del 2020 y este de primavera 23 titulado “Heroes” tienen en común es nada más la locación. A pesar de que el lugar elegido fue el mismo, la energía y la atmósfera era completamente distinta. Así fue que de manera no oficial, Jacobs dio comienzo a la semana de la moda en Nueva York. Desde el inicio de la pandemia que varios diseñadores decidieron abandonar los calendarios oficiales y dentro de los grupos fashionistas empezó a surgir la conversación de para qué es que se hacen estos desfiles, si sirven de algo o no. Por suerte, tenemos a Marc para levantarnos el espíritu con cada una de sus presentaciones.

    Vivienne Westwood fue la heroína de muchos y eso lo incluye a él también. Lo cierto es que si nos ponemos a pensar, ambos tienen múltiples cosas en común (además de su amor compartido por Yves Saint Laurent como escribió Jacobs en un post en instagram el día en el que la icónica británica dejó este plano). Los dos fueron representantes de movimientos contraculturales, cada uno a su manera. Siempre supieron leer la calle y entender a las juventudes, qué es lo que pasaba y hacer ropa en consecuencia. Sus castings siempre fueron distintos, un par de alborotadores desde el primer día. Esta colección fue un merecido tributo a alguien que no solo trajo infinidad de belleza sino que, sin exagerar, alteró el curso de la historia más de una vez. 

    “Con un abandono controlado y una energía frenética que conduce, reflexionamos sobre la vida más allá del estudio” decía Jacobs en sus notas. La música del violín llena de ansiedad, exaltante y furiosa en contraste con la solitaria línea de luz que marcaba la pasarela, lo describe perfectamente. No solo el estado actual del mundo caótico en el que nos tocó vivir sino también toda esa confusión y orfandad cuando uno de nuestros referentes se va. El sentimiento de desolación, de tristeza y desamparo inentendible que busca una razón que no existe más allá de lo inevitable de nuestra propia mortalidad. Es el vacío y la tensión de convivir con eso. Es el vertiginoso paso del tiempo, la obligatoriedad de crecer y el miedo a que todo cambie.

    Las referencias a la madre del punk estuvieron en todas partes, desde los peinados con puntas, las perlas, la forma desafiante del caminar de las modelos con los brazos cruzados  y por supuesto en la complejidad de las siluetas que Marc sabe hacer como pocos en esta industria. 

    Las copas pinzadas de la colección “Piratas” de 1981 y la de Fall 1995 aparecieron reinterpretadas en tejidos y vestidos a la rodilla, los bustles victorianos que ella tanto amaba se manifestaron en forma de camperas atadas a la cintura y en los vestidos largos, estrellas del show que seguramente pulularán en alguna de las próximas alfombras rojas. Los jeans reciclados para crear enormes abrigos de patchwork y el deshilachado y teñido neón de las faldas unieron el punk y el grunge en armonía.  Las pieles, los guantes de ópera y sus famosísimas kiki boots cubiertas de diamantes trajeron el glamour neoyorkino a una colección que contrariamente fue utilitaria y en tonos en su mayoría desaturados señalando esta contradicción en la que existimos permanentemente. La convivencia de lo familiar del denim y lo duro del cuero, lo acogedor de shearling y lo elevado de los terciopelos. Si hablamos de texturas, no faltó nadie. 

    Chaquetas gigantes, pesadas, casi como mantas en diferentes materiales que funcionan como protección y coraza para enfrentarnos a la vida lejos del confort y la seguridad de nuestra casa o en este caso, del estudio. Lo subversivo no sólo de usar las prendas literalmente al revés, sino de también distorsionar el cuerpo como forma de rebeldía y oposición, algo que Westwood hacía para reclamar el poder de la mujer en un sistema que la sexualiza. El presentar fuera del calendario y jugar bajo tus propios términos. Vivienne estuvo en todo eso y más. 

    Fueron tantas cosas las que se me pasaron por la cabeza cuando vi la colección que tardé un par de días en poder ponerlo en palabras. Incluso fui a mi armario a buscar una parka que está ahí hace más de una década para adaptarla y ver si la podía usar como falda. Fue casi como volver a ser esa nena que se disfrazaba con la ropa de su madre tras ver una película. “La moda mejora la vida, y creo que es algo encantador y generoso de hacer para otras personas” dijo Westwood y Jacobs citó en sus notas. Muchas personas podrán estar en desacuerdo con esta afirmación pero es en verdad lo que yo sentí al ver cada pasada. Una emoción e inspiración profunda que para el caso, es el punto de todo esto. 

    Se necesita un talento enorme para poder crear tanta magnificencia desde el dolor y la tristeza. Para poder transmitir las enseñanzas de quienes nos marcaron pero sin perder nuestra esencia, porque Vivi estuvo pero Jacobs también, y la combinación de ambos fue maravillosa. La pasión, el amor y la fabulosa artesanía hicieron de esta colección una oda a Westwood pero también a lo que la moda fue y debería ser todo el tiempo. Un espacio donde nos reunimos en constante búsqueda y replanteo de todas las formas de belleza.

    Lo más difícil de conciliar cuando aquellas mentes brillantes no están más, es ese hueco que dejan y que nos hacen caer en la cuenta de que el mundo que una vez conocimos lentamente deja de existir, ahí es cuando buscamos refugio en lo que conocemos y podemos entender. Para mucha gente, ese refugio resulta ser la moda. Como Vivianne estuvo para Marc, Marc estuvo para nosotros.

    Y un poco de eso se trata, de la conversación permanente entre el pasado y el futuro. La conjugación de la herencia con lo distópico y de lo usable con lo artístico. De lo que aprendimos con lo que enseñamos. Un homenaje hermoso que nos muestra que las personas que nos forjaron pueden ya no estar más en cuerpo pero siempre quedan en alma. 

     

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