Jean Paul Gaultier se retiró en enero de 2020. Borraron todas las publicaciones de sus cuentas de redes sociales y se levantaron las alarmas. En marzo del mismo año anunciaron que la nueva modalidad de la maison sería la de invitar distintos diseñadores a interpretar la obra del francés en sus propios términos. Primero fue el turno de Chitose Abe de Sacai, Luego vino Glenn Martens de Diesel y Y/Project, tercero Olivier Rousteing, el director creativo de Balmain y ahora fue el turno de Haider Ackerman. El diseñador nacido en Bogotá a pesar de que tiene una trayectoria extensa con colecciones que podemos ubicar a principios de los 2000, actualmente no está a la cabeza de ninguna firma (además de la suya propia) como sí lo estaban sus compañeros colaboradores. Lo interesante es que mientras Martens y Rousteing comparten con Gaultier el gusto por los diseños imponentes y muchas veces maximalistas, Ackerman está bastante del lado opuesto. La mezcla de ambos suponía un desafío más que interesante y era esperada por todos los fashionistas.
Lo que hizo en el show de alta costura 2023 fue deliberadamente una carta de amor a la forma más elevada de creación de moda. No solo rindió homenaje a los códigos conocidos de JPG como el clásico corsét de copas cónico de una forma sutil y hermosa sino que se propuso revisar su primera colección de alta costura 1997 para destacar la perfección de la sastrería y volver a la pureza de las líneas. Reduciendo la obra del L’Enfant terrible a su mera esencia. Las plumas que adornaban una de las chaquetas se trasladaron a tops, a vestidos, a zapatos, creando distintas texturas y volumenes. Los conjuntos sastreros, con una confeccion absolutamente perfecta, fueron deconstruidos con recortes y pops de color que se fundian con el negro en maravillosa armonia.
El ambiente del atelier fue traído en un delantal reminiscente a los abrigos de Cristóbal Balenciaga y en chaquetas recubiertas de alfileres que brillaban con la luz. Las referencias a la era dorada de los couturiers se vieron en incontables ocasiones. Con los plisados esculturales de Madame Grés, con técnicas de confección que prácticamente ya no existen, con el silencio de la pasarela, el caminar dramático de las modelos y las poses dignas de una portada de Irving Penn. Todo fue perfecto, mágico, incluso sin haber estado ahí en persona el sentimiento de muchos amantes de la moda fue el de haber presenciado un show como los de antes, los que dejaron en alto el nombre del haute couture.
Cada pasada tenía su carácter y espíritu propio que a la vez ayudaban a contar la misma historia. La fabulosa combinación entre lo duro y lo suave, lo minimal y lo vanguardista, lo estructurado y lo fluido. Incluso el detalle del maquillaje en tonos complementarios a la ropa fue supremo, probando el excelente manejo del color que tiene Ackerman.
Las siluetas futuristas, los guiños a los maestros, el tailoring impecable, lo performático, todo para destacar la belleza y la importancia de un arte que puede ser sorprendente y magistral y ser usable al mismo tiempo. Que rescata el valor de lo artesanal y de cada uno de los tantos oficios que se necesitan para crear cada prenda. Fue sencillamente un poema. Si el nombre del colombiano no estaba en boca de quienes manejan las grandes ligas de la moda antes, seguro lo estará ahora. Pero le traiga nuevas oportunidades o no, este show ya quedó en los libros y profundamente en el corazón y la memoria de quien les escribe.
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