Como todos los ocho de marzo, marché. Esta vez no estaba en Congreso o en Plaza de Mayo como siempre. El tercer paro internacional de mujeres me encontró en Alemania, más precisamente en Berlin que se adhirió al paro por primera vez. Una columna latinoamericana enorme me acogió con batucadas, cumbia, candombe y mate.
No conocía a nadie, estaba sola. Mi hermano se había ido porque entendía que ese no era su lugar y yo fui porque sentía que era el mío, dónde tenía que estar pase lo que pase. Me tomé el subte que se empezó a inundar de mujeres llevando carteles y pañuelos violetas. Los verdes aparecían de a poco y luego llegué a la columna gracias a que encontré a Ni Una Menos Berlin en Facebook y me enteré del recorrido. Déjenme decirles que fue hermoso. Mujeres de Nicaragua, Brasil, México, Argentina y todos los países hispanohablantes reunidos por lo mismo y en un país ajeno al nuestro.
Marchamos juntas aún sin conocernos. Cantamos, yo les enseñé nuestras canciones y ellas las suyas (no puedo resistir un megáfono, sepan entender). El pañuelo verde nos unió y aunque no entendíamos del todo lo que las alemanas decíamos, sabíamos que todas estábamos por lo mismo. Por el derecho al aborto legal, por la dignidad de las mujeres migrantes, por las refugiadas, por las pobres, por las que no están, por las que no pudieron ir, por las madres, por las que no saben, por las obligadas. Desde chica que marcho. Entiendo en la movilización la búsqueda de un mundo mejor y algo fundamental en la conquista de derechos. Nos falta muchísimo por lograr pero yo voy a seguir marchando, hasta que cada una sea libre, hasta que cada una tenga paz.
El feminismo me enseñó mucho. Pero sobre todo, me mostró que la de al lado no es mi competencia, no es mi rival. Sufrimos lo mismo y nos duelen las mismas cosas. Somos hermanas, no hay fronteras, no hay límites ni barreras para lo que podemos lograr juntas y capaz suene muy cursi y a lo Cris Morena pero así lo siento. Marchar en una fecha tan importante lejos de mis amigas fue complicado al principio pero en ningún momento me sentí fuera. No estuve sola. Fuimos cientos gritando por lo mismo.
Llamo a que si aún no se acercaron, si aún no terminan de entender, lean, pregunten, escuchen. El feminismo es de todas y a todas espera con los brazos abiertos. Marchamos por las que leyeron a Simone y por las que no saben quien es porque no se necesita teoría, nada más se necesita estar en nuestra piel por un rato. Cualquiera que nos vea va a terminar entendiendo, que esto es una revolución y ya no hay vuelta atrás.
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