• #SeDiceFalda: ¿Cómo se vestía en la Revolución de Mayo de 1810?

    Buenos Aires colonial


    Los registros sobre indumentaria en la Buenos Aires colonial no son muchos. Lo poco que hay proviene de los relatos de viajeros, testamentos de mujeres de clase alta —donde, con suerte, se detallan sus pertenencias y vestidos— y algunas cartas de la época. Las esclavas y mujeres en servicio no solían tener propiedades, por lo que no hay demasiados registros sobre su vestimenta. Sabemos que quienes vivían en hogares accedían a lo que sus patronas les daban, mientras que muchas esclavas iban descalzas y usaban lo que podían conseguir, que no era mucho. Durante el Virreinato llegaban las modas europeas, principalmente de España y Francia.

    Había tres formas de conseguir ropa: comprar la tela y mandarla a hacer a las costureras, comprarla ya hecha en las pulperías, hacerla una misma, o reciclar prendas propias o heredadas. Las mujeres de clases altas recurrían a la ropa a medida, mientras que las clases más bajas combinaban los otros métodos. Aunque existía un monopolio comercial con España, el contrabando permitió la llegada de telas de Inglaterra, Estados Unidos u Oriente, ampliando así los guardarropas de las señoras.


    Buenos Aires revolucionaria 


    Para la Revolución de Mayo en 1810, el vestido que se usaba no era el que conocemos por los actos escolares, sino el modelo de corte imperio impuesto por Josefina de Bonaparte: telas livianas como algodones finos, gasas o muselinas en tonos pálidos. La silueta y falda amplia recién aparece hacia la época de Rosas (el miriñaque se patenta recién en 1856). Los vestidos eran más cortos y dejaban ver los tobillos para evitar que los ruedos se ensuciaran tanto, ya que las calles eran de tierra y barro.

    Lo que se usaba en la cabeza marcaba la clase social: según Susana Saulquin en Historia de la moda y el diseño argentino desde 1776, las mujeres de escasos recursos se cubrían con un rebozo —pieza rectangular de bayeta clara— mientras que las de clase alta usaban mantillas adornadas con borlas. Con el tiempo, también adoptaron el rebozo, aunque en géneros más finos y decorado con cintas de raso o terciopelo.

    La herencia española se hacía notar especialmente en la vestimenta para ir a misa: vestidos de seda negra, medias blancas de seda y zapatos a juego.

    Algunas pinturas reflejan esto, como la que retrata la primera entonación del Himno Nacional en 1813 en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson, donde se distingue claramente la silueta imperio.

    ¿Por qué hay tanta confusión con la iconografía de la “dama antigua”? Lo cierto es que las mujeres de la Revolución están completamente invisibilizadas. Las que asistieron al Cabildo lo hicieron desde afuera; no estaban sentadas en la mesa con los patriotas. Existen más imágenes del período rosista que de la Revolución, y probablemente, cuando se buscó reconstruir la historia nacional, esas imágenes fueron las que se tomaron como referencia. Que no tengamos registros no significa que no hayan participado. Las mujeres abrieron sus casas para tertulias y fueron clave en muchos procesos, pero como mucho se hacía en secreto, no quedó documentado.

    La ropa marcaba con claridad los estratos sociales. Los de chaqueta eran artesanos, pulperos o comerciantes, mientras que la levita o el frac eran distintivos de los ricos, los dirigentes, los próceres. La prenda más común —y usada por todos— era el poncho, con tejidos regionales diversos. Mucha gente andaba descalza. En 1810 los paraguas ya existían, pero no eran impermeables y muy pocos habían llegado a Buenos Aires. Eran caros y solo algunos podían darse el lujo de tener uno. La mayoría de los que estuvieron frente al Cabildo ese 25 de Mayo se cubrieron de la lluvia con ponchos o capotes encerados.

    Mucho después, al pintar escenas de la Revolución, los artistas empezaron a agregar paraguas para representar la lluvia y darle un aire más épico al momento, quedando instalados en el imaginario de Mayo.


    La llegada de los peinetones


    La historia de las peinetas es tan interesante como controversial. El peinetón es una derivación de la peineta española y de la peineta francesa cuello de jirafa que las mujeres usaban al rededor de 1815 así que ni si quiera en el momento de la revolución esto era algo que estaba en los plantes. En 1823, procedente de España, arribó a la ciudad de Buenos Aires Mateo Masculino, fabricante de peines de marfil y peinetas de carey. A partir de este momento fueron varios los artesanos de este oficio que se instalaron en la ciudad, si bien se le adjudica la popularidad a él, fue también trabajo de las mujeres popularizarlo. 

    La demanda de este accesorio de lujo hizo que se activara todo un mercado en relación con el carey y obviamente hizo que la materia prima aumentara el valor. Con el paso del tiempo las peinetas quedaban desactualizadas en su tamaño y estos mismos talleres ofrecían un servicio de modernización en donde le agregaban nuevas partes de carey y  un nuevo moldeado. El peinetón fue entre 1832 y 1836 el último grito de la moda entre las porteñas: algo que no pasó en otro lado de la región o del mundo siquiera. 

    La llegada de los peinetones trajo consigo una industria entera, gente que los fabricaba, que los reparaba, los que traían la materia prima e incluso aparecían en los diarios avisos de peinetas robadas.  Existía una versión más económica, realizada en asta, cuerno de vaca, que abarataba los costos por tratarse de un ‘fruto del país’ e imitaba muy bien la textura del carey rubio.

     


    Peinetones y política: Unitarios y Federales


    El peinetón se había vuelto un objeto de deseo, tanto mujeres unitarias como federales querían hacerse de éstos accesorios codiciados. Con el primer gobierno de Rosas en 1829, los peinetones empezaron a aumentar de tamaño. El crecimiento económico, a partir del primer período federal, conllevó el nacimiento de una nueva clase social, la ganadera, que pudo afrontar el consumo a gran escala de este tipo de artículos. El uso los peinetones XXL por parte de una mujer, daba cuenta de su situación en la escala social y del poder económico y político de su padre o de su esposo. Hacerlos era muy caro, la materia prima era muy cara y no cualquiera podía acceder a ellos. Las leyes suntuaria que abarcaron todos los ámbitos del vestir y fueron clave en los tiempos rosistas. Estas leyes tuvieron un carácter regulador de las relaciones sociales entre los individuos y entre éstos y el Estado.  

    El uso del peinetón fue muy importante porque registró la presencia de mujeres interesadas en una participación más activa en la política, cuando históricamente habían estado relegadas el ámbito al hogar y no se les daba ningún reconocimiento político. No existían los mismos derechos que hoy y la indumentaria era la forma que tenían de expresarse. Pronto, los peinetones comenzaron a ser un simbolo de la mujer federal con la silueta del Restaurador tallada o frases como Viva la Federación”, ayudó a visualizar la idea de que las mujeres debían tener un papel participativo en el proceso de construcción nacional. 

    La indumentaria durante los tiempos de Rosas fue fundamental: el rojo punzó como identidad y la figura tanto de Rosas como de su esposa Encarnación Ezcurra circularon en los interiores de galeras, en collares, en cintas, prendedores y demás accesorios tanto de hombres como de mujeres y obviamente en los peinetones también.

    Cuando las mujeres llevaron su visión de independencia a las calles, la prensa no tardó en ridiculizarlas y recordarles que “su lugar” estaba en la casa. Como su precio era tan elevado se las trataba de prostitutas a quien sea que no solo deseara uno sino quien lo llevara también, a partir del  segundo gobierno (1835-1852), el uso del peinetón comenzó su declive y terminó por no usarse más. Me parece importante recordar que esto no solo fue real sino que fue uno de los primeros indicios de moda nacional y no importada. Al mismo tiempo, nos sirve para entender cómo la moda siempre es una respuesta a los acontecimientos sociales y políticos de la época y nunca está aislada.

     

     

    Bibliografía

    “Pasado de modaExpresiones culturales y consumo en la Argentina”,  Susan R. Hallstead y Regina A. Root (2010)

    “Vestir la nación: moda y política en la Argentina poscolonial”,  Regina A. Root (2014)

    Siglo XIX. De los peinetones de Bacle a la caricatura política. Marcelo Marino

    Museo Nacional de la Historia del Traje. y Archivo General de la Nación

     

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    2 Comentarios

    1. Mariana
      julio 24, 2020 / 10:59 pm

      Súper, súper súper, interesante de leer; y adictiva como el azúcar, tu página.

    2. Angelica
      diciembre 21, 2021 / 12:49 am

      Gracias Lessie! Me ayudaste un montón para un final de la facu <3

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